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No todas las pruebas funcionaban; por ejemplo, algunas pruebas con saliva no detectaron muchas de las infecciones reales. “Entonces se pasó al tipo de muestra tomada de la nariz, el cual funcionó de maravilla”, dijo Julie Sullivan, directora de operaciones del programa RADx de Atlanta.
Los científicos también evaluaban la facilidad de uso de cada producto. “Hay que asegurarse de que nada requiera demasiada fuerza, asegurarse de que sea fácil de agarrar, de asegurar”, dijo Sarah Farmer, directora gerente del HomeLab de Georgia Tech. “Hay que simplificarlo en la medida de lo posible, reducir los pasos cuando sea posible”.
Maxim Biomedical, una empresa con sede en Maryland que fabrica una prueba rápida de antígenos, añadió un soporte para el tubo de ensayo después de que los investigadores se dieran cuenta de que los usuarios no podían dejar el tubo de fondo redondo lleno de líquido sobre una mesa. “Sus datos han desempeñado un papel importante en el desarrollo y la optimización de la prueba”, aseguró Jonathan Maa, director de operaciones de la empresa. (La empresa espera utilizar lo aprendido para diseñar otras pruebas de fácil uso para los consumidores, dijo).
Para identificar las pruebas que podrían incrementarse rápidamente, los investigadores también calificaron la “preparación tecnológica” de cada prueba. Algunos dispositivos basados en el aliento, por lo demás prometedores, obtuvieron malos resultados en esta medida. “Cuando los examinamos, realmente no estaban lo suficientemente maduros para tener éxito”, dijo Martin.
También desmontaron cada prueba para buscar posibles problemas de fabricación. Algunos productos parecían chapuceros, con piezas pegadas con goma, mientras que otros eran demasiado complejos para ser producidos por millones. “Vimos pruebas que intentaban reducir todo el laboratorio, básicamente, en un issue de forma muy, muy pequeño”, dijo Model. “Desde el punto de vista de la ingeniería, increíble”. Pero, añadió, “no se puede hacer eso a gran escala”.
Las empresas suelen ajustar sus productos en respuesta a los informes de los científicos. El equipo de Atlanta a menudo “dio la información clave a las empresas que les permitió cambiar sus plataformas y hacerlas realmente exitosas”, dijo Tromberg.
Para fines del año 2020, la FDA había autorizado varias pruebas que habían aprobado las evaluaciones de Atlanta, entre ellas la primera prueba casera de venta libre elaborada por la empresa australiana Ellume.
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